Según cifras del INEI, el 31,2% de los hogares son liderados por mujeres, a nivel nacional. A partir de la actividad económica en la que se desempeñan, 42% lo hace en actividades de Servicios, 26,1% en Comercio, 21,5% en Agricultura/Pesca y Minería, 8,0% en Manufactura, 1,9% en Transportes y Comunicaciones, y 0,6% en Construcción.
Ocho de mayo, reza este año en el calendario y la fecha es inamovible en muchas agendas en el mundo: el segundo domingo de mayo es para estar o recordar a nuestra mamá. Pocas efemérides convocan tanto y son tan sagradas para los hijos e hijas del mundo.
Nuestro país no es la excepción y la publicidad hace su trabajo mostrando su catálogo de opciones. Claro que ahora los hijos deben ser más cuidadosos: atrás quedaron las cocinas y las batidoras como regalo estrella. Las mujeres madres ahora exigen más y han ido mucho más allá del rol de ama de casa en el que, solo hace algunas décadas, parecían encasilladas. Hoy pueden elegir entre ser madre a tiempo completo, decidir no ser mamá o, equilibrar su carrera profesional con la maternidad.
Y las cifras parecen comprobar esa tendencia. Según datos del INEI, 31 de cada 100 hogares del Perú son dirigidos por mujeres, quienes representan un 33,4% de los líderes en el hogar en el área urbana y un 23,3% en la rural. No solo eso, sino que, de cada 100 personas ocupadas, 44 son mujeres, representando así un 44,3% de la PEA en el país.
Sin embargo, el camino hacia la equidad de género en el Perú es aún bastante largo, por lo que muchas veces las mujeres deben enfrentar dificultades en el ámbito laboral, especialmente cuando se trata de espacios tradicionalmente masculinos. Y no sólo en el mundo corporativo, donde las madres deben competir por puestos ejecutivos y ascensos mientras cuidan a su familia, sino también en espacios de trabajo operativo y de campo, incluso en geografías duras de nuestro país.
Es por eso que hoy compartimos cinco historias de mujeres y madres que desempeñan su trabajo en sectores de protagonismo masculino como la minería, construcción o la conducción en el intrincado tráfico limeño. Lograr que sus subordinados hombres respeten su liderazgo o enfrentar el prejuicio sobre sus habilidades en su oficio, son algunos de sus retos.
Deidamia Díaz Panduro tiene 61 años y es una alegre jubilada. Desde muy joven, cuando le tocó el turno de ser esposa y mamá, se plantó frente a su familia y peleó por su derecho a ser productiva cuando eso era casi una excentricidad. Lo consiguió y ha sido asistente contable y secretaria en instituciones públicas o privadas. Es madre de dos hijos, uno que ya hizo su propio camino y el otro que aún está bajo su cuidado por problemas de salud.
Hace un tiempo, empezó a buscar una opción que la ayudara no solo económicamente, sino que le diera algo que hacer: “me he acostumbrado a estar ocupada, a sentirme útil, pero era consciente que mi edad iba a ser un problema, aunque yo estoy muy actualizada y soy muy tecnológica, me imaginaba que podía ser un problema. Y pensaba también en los horarios y si iba a lograr adaptarme”, explica Deidamia.
Con eso en mente, empezó su búsqueda. “Y la verdad es que descubrí la opción de ser una conductora para una app de movilidad y me cayó como un guante, porque podía manejar mis tiempos yo misma sin cruzarme con el cuidado de mi hijo; podía ir viendo cuánto ganar, así que me mandé”.
Es así como se convirtió en una conductora muy tecnológica que ha dominado el uso del volante y de la geolocalización en un mundo de conductores mayoritariamente masculino.
“Ahora mismo manejo con DiDi y me he adaptado muy bien a la app y ahora conozco todos sus términos y usos. Me va muy bien, pero claro que a veces hay sus cosas, muchos pasajeros se extrañan cuando me ven y siento que me preguntan mucho más por la ruta que voy a tomar porque creen que por ser mujer y encima mayor, no voy a saber por dónde ir, pero hay apps para eso, así que no representa problema”.
Aunque siente que más allá de una desconfianza en su pericia como conductora, no ha tenido mayores problemas, pero si le pone mucha atención a los temas de seguridad y confía mucho en su instinto.
“Me siento segura con DiDi porque tiene un sistema con verificaciones, con muchas herramientas para que yo me sienta segura como conductora, y también los que usan la app pueden subirse seguros al automóvil. Esa confianza me permite crear un lazo con mis clientes, porque yo soy muy habladora, me gusta mucho conversar con el pasajero, muchas veces me cuentan sus problemas y acabó haciendo de mamá mientras voy manejando”, comenta entre risas la driver.
Es así que el uso de la app de movilidad se ha vuelto para esta madre, no sólo un incremento en sus ingresos, sino darle la seguridad de sentirse útil, productiva e incluso querida por los pasajeros con los que comparte su día.
Su nombre es Lucía Coaila, tiene 29 años, es madre de una pequeña niña de tres años y desempeña el cargo de Operaria en el proyecto minero Quellaveco de Anglo American. Es una mujer y mamá acostumbrada a trabajar en un mundo de hombres.
Y no lo ha logrado gratuitamente. “Yo veía pasar los camiones mineros y toda la parte del minado en Quellaveco y me llamaba mucho la atención. No es que pensara que quiero trabajar ahí, pero me gustaba verlos pasar y algo me jalaba hacia ellos. Mira lo que son las cosas y el destino le llevó a trabajar ahí. Yo empecé como vigía en el proyecto cuando mi hija tenía solo ocho meses de nacida, justamente por ella, por darle una mejor vida, y también para apoyar a mis papás”, explica Lucía.
Precisamente por su pequeña Lucía dio un siguiente paso y completó un curso de capacitación que le ha permitido asumir el reto de su puesto actual. Ha debido pasar hasta dos meses sin ver a su hija para lograr sus metas, pero siente que valió la pena.
Ahora sus horarios son manejables y usa las videollamadas para mantener el lazo con su familia. “Creo que el sacrificio vale la pena, estoy en un trabajo donde antes no había mujeres, pero ahora, por ejemplo, en mi capacitación la mitad éramos mujeres y muchas eran mamás como yo. Viendo eso pienso que, cuando mi hija quiera ser una profesional, escogerá una carrera que le guste sin pensar en si es para hombres o mujeres y yo habré ayudado, aunque sea un poquito en eso”.
En otro puesto, pero luchando la misma batalla está Marcia Condori, mamá de dos hijos y contadora de 48 años. Ella se desempeña como asistente de gerencia de operaciones en el campamento de Minera Bateas.
Tiene más de 10 años trabajando en mina y siente que, desde su esquina, aporta para acercarnos cada vez más a un trato igualitario entre hombres y mujeres en los centros laborales.
“En el rubro minero significa un gran reto ser aceptada y respetada. Está claro que nosotras podemos hacer lo mismo que los hombres y nos sentimos bastante seguras cuando lo hacemos”, precisa Marcia.
Su estrategia para lograr el compromiso de su equipo fue demostrar sus capacidades sin aspavientos, con responsabilidad y el grado exacto de confianza: “Tenía que apoyarme en mi capacidad, en mis conocimientos, pero también en una buena actitud en el trabajo y con mis compañeros; sin dejar de cumplir los objetivos de la empresa”.
En la actualidad siente que no se requiere hacer un esfuerzo mayor para lograr el reconocimiento que el que hacen sus compañeros hombres, pero ha sido un camino que se ha conquistado demostrando su temple y capacidad profesional
“Yo tengo un grupo de trabajadores a mi cargo y no tengo inconvenientes en dar indicaciones en el trabajo, ellos nos respetan y cumplen con lo que les encomienda sin que les moleste que sea una mujer”, detalla.
Como mamá ha tenido que perderse una fiesta importante, un cumpleaños de sus hijos, pero no cree que eso haya minado su relación con su familia, sino que ha sido un equilibro que ha buscado para poder decir fuerte lo que es ahora: una madre profesional exitosa.
Fiorella Seminario tiene 34 años, es madre de un bebé de ocho meses y trabaja como jefe de Planta Prefabricados en Dino Piura de Pacasmayo. Animada por el reto de trabajar en el área operativa de un ambiente industrial, Fiorella se ha logrado desenvolver y crecer profesionalmente en un rubro tradicionalmente masculino, donde muchas veces se cuestiona el liderazgo y el valor de la opinión de una mujer únicamente por su género.
Esta ingeniera industrial y de sistemas ha sabido imponer sus capacidades ante sus subordinados hombres usando inteligencia y empatía.
Y en ese camino ha logrado equilibrar ese lado cementero con su vida como mamá de un ser humano que lleva con nosotros sólo ocho meses: “Para lograrlo he necesitado el apoyo de los dos lados de mi vida, mi familia, que ha sido un gran soporte para cuidar a mi pequeño; y la empresa de la que soy parte, me he sentido apoyada y comprendida por Pacasmayo y he podido vivir mi maternidad sin que mi carrera sea vea afectada; este soporte ha sido muy importante y lo valoro mucho”.
Por su lado, Fiorella Pacheco de 36 años y madre de una niña de 13 y dos niños de 6 y 8 años, se desempeña como Vigía de obra en el proyecto inmobiliario La Alameda del Rímac de BESCO.
La función de un vigía en obra es fundamental para prevenir cualquier accidente de tránsito cuando las maquinarias están en movimiento. Un vigía, según nos explica, dirige y acompaña a los maquinistas, guía a los peatones y vehículos. Es, en suma, una autoridad en materia de tránsito en el perímetro de la obra.
Y es también una mujer en territorio de hombres. “Reconozco que sí he sentido que en algunos momentos mis compañeros miraban más o cuestionaban mi trabajo por ser mujer, pero aprendí a manejarlo y me capacité para ser la mejor. Cuando sabes hacer tu trabajo, creo que es más fácil que te respeten. Yo le puse todas mis ganas y creo que lo voy logrando”, detalla Fiorella.
Para ella ver a otras dos mujeres y madres en la obra es un avance importante. Sabe que está haciendo camino para que sus hijas vivan en un mundo más justo para las mujeres profesionales.
“No creo que ser esta mujer fuerte y que se impone en su trabajo afecte mi rol como mamá; es verdad que hay que sacrificar tiempo, pero no solo trabajo para darle una vida buena, sino para que ella viva en un mundo mejor”.
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